Lloro mucho ahora. Ayer lloré escribiendo que está todo bien e igual siento que me falta algo. Falta droguita y una buena poronga. Ay que guasa. Muy poco elegante de mi parte. Falta dormir acompañada, quise decir.
Recién comí un pastelito de membrillo. Son las diez de la mañana, llueve y yo tengo que escribir una columna e ir a la facultad. No me falta nada.
Las drogas atrapan ¿La escritura libera?
Tengo potencial. Debo ser anónima y fatal.
Tengo vestidos increíbles que me hacen sentir una diosa impoluta.
Tengo dos muelas del juicio deformándome la dentadura.
Tengo poca plata y ganas de irme de esta casa.
Una fe ciega. Es redundante ¿no? La fe, por definición, es ciega. Simplemente creo.
Solo queda poner la fe al servicio del deseo. Que ilumine mi camino para seguirlo sin desviarme. Evangélica soy ahora, claro que si. Estoy a tres saques de falopa de ponerme a vender facturas en el tren.
Llegar al fondo sirve para darme cuenta de que soy libre. Si no me hago cargo, si no me sostengo de algo, puedo caer al infinito. No tengo nada que perder. Descubrir que el mundo esta vacío, significa que no importa nada. Que la mirada del otro no me llega, ni la buena ni la mala. Me liberé del ego, soy un capo.
No, bueno. Después de estar tan mal, entiendo que hay una infinidad de cosas que no pueden ser peores. Tampoco estuve tan mal. Que exagerada.
Escribo para postergar mis trabajos y responsabilidades. Y ustedes, ilusos, vienen a leerme como si los fuese a entretener o conmover o divertir o como si les abriera la puerta para que revuelvan con sus dedos morbosos las asquerosidades de estos relatos hechos de retazos de mi vida.
Perdón. Mi voz se ha independizado de mi. No he brindado nada en esta nueva entrega de mi folletín virtual, así que lo único que puedo hacer es desearles un maravilloso fin de semana. Disfruten del sol radiante. No se dejen engañar, no se inspiren con nada de lo que lean, mucho menos por acá. Tomen buenas decisiones.
No traicionen.
No roben.
No hagan eso que no tienen que hacer.
No se tomen el tren del ramal equivocado a las ocho de la mañana. No caminen 50 cuadras hasta casa, con auriculares de cables rotos que solo reproducen un ruido blanco insoportable. No se queden solos con la voz de sus conciencias porque esta es traicionera. Y mucho menos se paranoiqueen con una persona vestida de negro que parece una sombra tenebrosa cuando saben que puede ser el efecto del astigmatismo o la miopía o la persecuta lógica de. ¿Se entendió el punto?
Soy básicamente una niña, ¿Desde que lugar se me ocurre aconsejar a alguien de algo? ¿Medio perversito lo de “niña”, no?
¿Puede ser que me haya agotado y ya no tenga nada mas que decir?
Leila Guerriero dice:
Vivan en una ciudad enorme.
No se lastimen.
Tengan algo para decir.
Tengan algo para decir.
Tengan algo para decir.
Me gustan las reiteraciones en los textos. Lo poético de repetir. Los ciclos en los que una vive y no puede salir, ¿son reiteraciones poéticas?
Vicente Luy escribió diez veces:
Uno deja a veces el camino por miedo al fracaso.
Uno deja a veces el camino por miedo al fracaso.
Uno deja a veces el camino por miedo al fracaso.
(…)
Si no lo leíste las 10 veces leelo de nuevo
y despues salteate este renglón.
Pero el miedo no siempre se ve.
Ahora miralo.
No lo escribí las diez veces como dice el poema. No quiero ver el miedo.
Voy a seguir el camino con los ojos cerrados.
Aguante Luy. Y Leila. Y vos.
Es un delirio leerte.